Tercer año viviendo en el Sur
Amado Sur,
Ya van más de dos años
desde que comenzamos
a convivir íntimamente.
Tu acogida fue maravillosa,
un término de invierno poco lluvioso,
muy helado
pero con el sol brillando intensamente,
iluminando
y resaltando tus colores e infinitas tonalidades.
Su calor tímido me ayudó a recordar
que Sol es igual a luz,
pero no siempre es igual a calor.
Sobretodo cuando el corazón está inquieto.
Aprendí a sentarme y esperar,
esperando que su calor me abrazara
hasta entibiarme los huesos.
Este invierno aprendí a amar el agua.
Ese elemento
que nutre e infunde de vida
todo lo que toca
cuando cae como una caricia que abraza.
Tus tormentas me llevaron a viajar profundamente,
para conocerme y sanar un poco más.
Conocí mi propio invierno sin abrigo,
caminando sola
por las noches oscuras de mi corazón
con el viento de mi mente azotando
hasta mis árboles más enraizados.
Tus temporales me llevaron a viajar hondo,
en mi propio territorio desconocido
y cada elemento de la naturaleza en ti,
me invitó a mover en mí,
lo que ya estaba acostumbrado.
Como árboles antiguos
han caído formas
y paradigmas.
Me desnudo bajo tus aguas
para que me limpien
completamente.
La intensidad de la vida en ti
hace florecer
la vida misma
que me enamora.
Tus bosques son mi refugio
y aunque a veces casi olvido
las palabras,
mi corazón se comunica
más que nunca
con tu hermosa
naturaleza.
A veces el frío me parece innecesario.
No te lo tomes personal
soy yo la friolenta,
la planta trasplantada.
En invierno miro al fuego que me calienta
y lo agradezco profundamente.
Abrazo las llamas con mi corazón
y me duele la depredación incesante
de tus bosques milenarios que casi no existen,
centenarios que aún quedan
y los renovales que no crecerán.
Mi corazón se duele por depender
de tus árboles para calentarse eficientemente,
mientras aprovecha los dibujos y figuras
del dragón de fuego en la bosca
para danzar.
Agradezco tu cálida acogida,
tu autenticidad
en los ciclos y tiempos
que me conectan con los míos.
Agradezco a la vida
por contarme sus secretos
y abrazar los míos,
en mis danzas y silencios
en movimiento y contemplación
junto a los ríos.
Agradezco a tu Espíritu libre
por revelarse y mostrarse ante mí
aunque sea un poco.
Abrazo ese regalo con profunda admiración
sabiendo que hay tantos corazones
habitando tus tierras
sin realmente verte.
Gracias bosque y gracias lago
por espejearme la vida que late en mí.
Gracias ríos y viento
por abrirme su intimidad y contener mis secretos.
Gracias Sur por tu acogida
que me invitó a viajar profundo en mí
para soltar en otoño,
guardarme en invierno
y florecer en primavera.
Infinitamente agradecida y encantada
aún aprendiendo a escuchar tu silencio
que me invita y me intimida
al mismo tiempo.
Por: María José Rosselot A.
